Paloma Castro Jaén Amiga del Club de Viajes |
Resumir brevemente la visita a Rusia, empezando por Moscú, es recordar un colectivo ilusionado. Salíamos de un largo invierno y teníamos por delante un viaje al país que históricamente ha sido una gran potencia mundial y sigue siendo una gran nación con toda su problemática histórica, económica y social. De esta nos fuimos percatando por nuestros propios medios y sobre todo, gracias al entusiasmo y dedicación de nuestros guías. Valieron la pena los madrugones y cansancios, compensados con los conocimientos y experiencias que nos trajimos de vuelta.
De forma más detallada, el relato correspondiente a Moscú puede comenzar así:
Madrugón. El bus para el aeropuerto de Asturias sale a las 4,30 h. Avión a Madrid y tras cinco horas de vuelo, llegada a Moscú. El horario local tiene dos horas de retraso con respecto al nuestro. En Madrid se une Julia, nuestra guía permanente durante el viaje. Una rusa encantadora que lleva años en España y que además de hablar correctamente castellano, se pone en nuestra mentalidad de turistas expectantes y nos va informando sobre las “diferencias” que encontramos al llegar a esta gran ciudad.
Hotel Crowne Plaza, más o menos céntrico y habitación muy cómoda con vistas al río Moldava y al enorme hotel Ucrania. Tiempo para ducharnos, cenar en el hotel y salir en bus haciendo un recorrido turístico comentado (a la izquierda… a la derecha…) por nuestra guía. Paramos para ver desde un alto la “ciudad universitaria” y luego el lago situado detrás del Monasterio de Novodevichi, donde se inspiró Tchaikovski para su ballet del lago de los cisnes… Llegamos a la plaza roja que se considera el centro histórico de la ciudad, la visita dura unas dos horas. A pesar del cansancio merece la pena por su magnífica puesta en escena con los edificios iluminados. Parece el escenario de los tradicionales cuentos rusos. La pena es que es que el tiempo no acompaña; llueve y aunque no hace frío, no está agradable. Sobre las 12,30 estamos de vuelta. Camita estupenda y sueño merecido.
A las 7.30 h. el teléfono nos despierta para comenzar el nuevo día. Mucho mejor que la cena, en éste hotel es el desayuno buffet.
La visita comienza a las 9,00 h. Tenemos un guía especial para enseñarnos Moscú, se llama Sergio y acabará convirtiéndose en un amigo. Comenzamos el recorrido en bus por la Avenida Novi Arbat y muelles del río Moscova. La visita principal es conocer tres de las principales estaciones del famoso “Metro”. Realmente parece un “palacio subterráneo” en todo su esplendor. A pesar de no haber aglomeración por ser sábado, Sergio nos recomienda tener mucho cuidado con las puertas cuando cierran y con no “despistarnos” a la salida de las estaciones. Estamos unas dos horas curioseando, admirando la capacidad artística en marquetería, esculturas y belleza de los materiales. La cara de la gente rusa es seria, a veces, parecen autómatas por su ensimismamiento.Salimos a la calle en la estación de la Plaza Roja, haciendo un recorrido parecido al de la noche anterior pero con una perspectiva muy distinta por la luz diurna. Hay bastante gente. Mercadillos vendiendo souvenirs y personas-clones de Nicolás II, Lenin, Stalin y Bresniev, haciéndose fotos con los turistas.
Visitamos las galerías comerciales Gum (tal como suena en ruso). En ellas se encuentran las franquicias más famosas en el mundo. Nos impresiona la arquitectura del enorme edificio del siglo XIX que ya se construyó con el propósito comercial. Como negocio no sabemos su rentabilidad ya que los precios son tan o más caros como lo puedan ser en París, Londres o Madrid. Hay mucha gente mirando (como nosotros) pero sin comprar. Según nos dicen, en Moscú se encuentra el 80% del capital de toda Rusia. Cuando se mantienen será que no les va mal.
En éste periplo se pierden unas compañeras de fatigas que son rápidamente localizadas en el hotel y pronto se reincorporan.
Vuelve a llover cuando entramos a visitar la Catedral de San Salvador, es grandiosa y cuesta pensar que está totalmente reconstruida desde hace sólo unos diez años. Al parecer, desde el siglo XVI hasta principios del XIX en este lugar estuvo un monasterio femenino. Cuando en 1837 se decidió construir allí la Catedral (en memoria de la victoria de Rusia en la guerra contra Napoleón), se dice que la madre superiora maldijo este sitio, diciendo que ningún edificio duraría allí más de 50 años. (Lo cierto es que la Catedral antigua duró 48 años y la piscina abierta "Moscú" - unos 38).
La construcción de la catedral duró unos 44 años (1839-1883). Los materiales utilizados fueron los más nobles y caros (5 tipos de mármol italiano, oro puro, piedras preciosas, etc.), los iconos y cuadros fueron pintados por los artistas más destacados de la época, las paredes eran de placas de mármol, enumerando en orden cronológico todas las batallas del ejército ruso y los nombres de los jefes militares más destacados. La Catedral se convirtió en la más grande de toda Rusia (con capacidad para 10 mil personas).
En 1931 fue completamente destruida, habiéndose robado antes todo lo valioso (los iconos y pinturas originales actualmente se puede encontrar en algunas colecciones privadas). En su lugar se debía construir el edificio más alto del mundo (en aquella fecha) como Palacio del pueblo (Soviets) con la estatua de Lenin de unos 80 metros en su cúpula. Pero, tras la II Guerra Mundial, la escasez de materiales hizo que se aprovecharan los manantiales subterráneos de agua caliente para construir la piscina abierta más grande de la ciudad. (abierta 12 meses al año, incluso en invierno).
En 1995, por petición de la gente, el Presidente de Rusia junto con el Alcalde de Moscú, propiciaron la reconstrucción de la Catedral. En otoño/invierno de 1994 la piscina fue desmontada y empezaron las obras. A principios de 1996 la Catedral estaba acabada.
Comemos en un restaurante muy pintoresco tanto por su decoración como por la comida. Creo es de Acerbaiyán. La comida consiste en ensalada, pan tipo árabe, sopa colorista de lombarda y remolacha con crema agria, canutillos de pollo con arroz y de postre té (sin más). Con las comida siempre nos dan agua embotellada y a elegir cerveza o refresco de cola.
La visita continua por la tarde en el Monasterio de Novodevichy. Sus cúpulas doradas y la riqueza en decoración interior nos muestran el encanto de uno de los edificios más antiguos y prestigiosos de la ciudad. Su fundador fue Basilio III en 1524. En él ingresaban, fundamentalmente, mujeres de la realeza y nobleza. Nos cuentan que entraban cuando enviudaban o cuando habían sido repudiadas por sus in-nobles maridos al cansarse de ellas y les interesaba otra esposa. Actualmente (como está peor visto), sólo tiene unas pocas novicias que viven en un pabellón anexo. Dentro del complejo de edificios nos llevan a un pequeño auditorio en el que un conjunto de voces masculinas cantan tanto música religiosa como del folklore tradicional. La canción más conocida es “Los remeros del Volga”. Cantan realmente bien y al final salimos todos impresionados y algunos con los CD´s que ellos mismos comercializan.
Recorrido en bus hasta el hotel y descanso merecido.
Después de desayunar vamos de nuevo a la Plaza Roja para visitar el Mausoleo de Lenin. Es un recinto ajardinado con una especie de pirámide truncada que al parecer servía de base a la estatua de los héroes que está frente a San Basilio. Hacemos una cola para entrar y al cabo de media hora nos dicen que debemos cambiar de lugar y hacer otra con diferente perspectiva. Según dice Sergio, con aspecto resignado, esto es normal. Entre tanto, nos ofrecen comprar gorras de soldados con insignias, libros sobre Moscú y S. Petersburgo a mitad de precio (5 €).
Una vez dentro del Mausoleo de Lenin, nuestro buen humor de turistas en vacaciones, contrasta con la solemnidad que le dan los rusos. Impresiona tanto por la espectacularidad de los materiales en granito rojo de Ucrania, como por el silencio y marcialidad de los jóvenes guardias que lo custodian. El cuerpo embalsamado de Lenin está expuesto desde 1924 y la verdad, aunque sea poco reverente, es que da un poco de grimilla verle. Resulta más atractivo el envoltorio que el regalo. A la salida, y junto a las paredes de la muralla, se encuentran las lápidas de de los dirigentes comunistas, entre ellas la de Stalin y de personalidades como el cosmonauta Yury Gagarin.
Salimos de nuevo a la plaza roja para hacer otra cola y ver el interior del Kremlin. Con nosotros, durante un momento, vemos a nuestro Raphael con Sra. y una pareja amiga. Se presta como buen profesional a fotografiarse con varios del grupo.
Entramos al interior del recinto amurallado a través de unos cuidados jardines. Las actuales torres amuralladas se construyeron en el siglo XV, están unidas por una alta muralla almenada, que forman sobre el plano un triángulo irregular. En las torres había varias galerías y pasadizos para ir de un tramo a otro de la muralla, éstos siguen existiendo hasta ahora .
En la antigüedad en algunas de las torres, como, por ejemplo, en las torres del Rebato y del Zar, había campanas que tocaban cuando el Kremlin se veía amenazado. En las atalayas de las torres principales —la del Salvador y de la Trinidad— fueron instalados relojes. Hacemos un recorrido por delante de los principales edificios e Iglesias donde se bautizaron y coronaron los Zares. Vemos el enorme cañón denominado Iván el Terrible y la no menos grandiosa campana Zarina. Paseamos por las anchas murallas y recorremos los jardines pertenecientes a la antigua residencia de los zares cuando se encontraban en la ciudad. Es una pena que la lluvia no nos abandone.
Nos reunimos para comer dentro de las Galerías Gum en un Restaurante no muy típico pero con un rico helado de postre.
A la salida, volvemos a ver la iglesia de San Basilio por fuera, situada en un extremo de la Plaza Roja Es conocida mundialmente por sus características cúpulas en forma de cebollas. Hechas de cerámica, cada una representa una capilla dedicada a cada uno de lo santos en cuyo día el zar ganó una batalla, pero la construcción de una torre central unifica estos espacios en una sola catedral. La construcción fue ordenada por el zar Iván el Terrible para conmemorar la conquista del Kanato de Kazán. En 1588, otro zar ordenó que se agregara una nueva capilla en el lado este de la construcción, sobre la tumba de San Basilio el Bendito, santo por el cual se empezó a llamar popularmente la catedral. En un jardín frente a la iglesia yace una estatua de bronce, erigida en honor a Dmitry Pozharsky y Kuzmá Minin, quienes reunieron voluntarios para el ejército que lucharon contra los invasores polacos.
Nos metemos en el autobús y creo que esa tarde la tuvimos libre para caminar por las grandes avenidas que conocíamos por ser camino habitual hacia nuestro hotel. Y vaya si caminamos…
Después del desayuno, salimos hacia el Monasterio de Serguei Posad. Está a unos 30_40 Kms. de Moscú ciudad, por el camino nos van explicando, tanto Sergio como Julia, parte de la historia, situación social y económica de éste gran país. Lo hacen con pasión y cariño nacionalista, aunque se dan perfecta cuenta de que los drásticos cambios por los que ha pasado hacen que, para nuestra percepción, resulte un poco “chocante”.
Visitamos del conjunto amurallado del Monasterio de Serguiev, lugar de peregrinación ortodoxo, considerado como el “Vaticano Ruso”. En el interior del monasterio se pueden visitar las catedrales de la Santísima Trinidad, de la Asunción y del Refectorio. También se encuentra el sepulcro de la familia de Boris Godunov. Según nos cuentan, aquí se fabricaron las primeras y populares “matrioshkas”. Compramos casi todos en el mercadillo a la salida del Monasterio y camino del Restaurante. En los puestos venden sus trabajos los propios artesanos-artistas. Para ellos supone una fuente de ingresos que compensa la escasa pensión que le queda a mucha gente ya jubilada. Almuerzo típico, servido por chicas vestidas con trajes tradicionales rusos. La sopa viene en puchero de barro tapado con una oblea de pan. A media tarde-noche regresamos al hotel.
Salimos por el mismo camino del día anterior para visitar el Museo del espacio en lo que parece ser una fábrica. Se encuentra a las afueras de Moscú, edificio y varias naves rodeadas de árboles. Nos da la sensación de visita no convencional, al menos para turistas. Una trabajadora jovencita, muy documentada, sirve de guía y nos va informando sobre los diversos artefactos que allí se guardan. Parecían sacados de tantas antiguas películas sobre descubrimientos espaciales y guerra fría. Hace más de medio siglo la Humanidad situaba en la órbita terrestre su primer satélite artificial: el Sputnik, que constituyó un éxito político, un golpe de efecto propagandístico y un empuje a la carrera armamentística de la Unión Soviética en plena Guerra Fría. (Detrás del éxito del Sputnik hubo un responsable cuyo esfuerzo permitió a la antigua URSS ser la pionera en el campo de la astronáutica e ir a la cabeza de la carrera espacial durante casi una década. Su nombre fue Serguéi Korolev (1907-1966), que puede ser considerado el equivalente soviético de lo que fue Wernher von Braun para los EEUU). Allí se encontraban también módulos espaciales retornados después de su aventura sideral. Cohetes y satélites, réplicas del interior de una nave espacial tripulada. Conocimos anécdotas sobre su vida a bordo, incluso, sobre los “peritos” que nos contaba Sergio que se escapaban y que algunos no volvían. La confusión estaba en la falta de otra consonante, y que entendimos cuando enfatizó “perritos”.
Volvemos de nuevo a la ciudad para comer. Por la tarde visita a la Galería Tretyakov. La historia de esta galería se inicia en 1856 cuando el comerciante moscovita Pavel Tretyakov, 1832-1898, adquirió varias obras de artistas rusos contemporáneos, con la finalidad de crear una colección, convirtiéndose en museo de arte nacional. En 1982, Tretyakov, donó su galería con todas las colecciones al público. La fachada del edificio que alberga la galería, fue diseñada por el pintor Víctor Vasnestov, al estilo típico de un cuento de hadas ruso. Fue construido entre 1902 y 1904 al sur del Kremlin, en Moscú. Durante el siglo XX, la galería se extendió hacia varios inmuebles adyacentes, incluyendo la Iglesia de San Nicolás. Todo ese día disfrutamos de un tiempo estupendo con sol y calor. Tanto a la ida como a la vuelta, paseamos por unos jardines y por el “puente de los candados”, donde es tradición que los recién casados los pongan en señal de su consciente y alegre pérdida de libertad. También resulta muy colorista el desfile de trajes de fiesta que llevan los/as recién graduados al final del curso y que se dan cita en esa zona.
Tenemos un tiempo en el hotel para descansar y hacer las maletas antes de la cena. Después, hacia las 23.00 h. traslado en bus a la estación para tomar el tren a San Petersburgo. A pesar de ser más de media noche, la luz es la misma que si fuera media tarde, incluso con sol. Al llegar el tren nos alojamos en compartimentos dobles con TV, pequeño refrigerio preparado y camas mejores que las imaginadas. No es el Transiberiano pero por algo se empieza.