Tomás Felipe Álvarez Socio del Club, antiguo empleado de la Caja. |
"........ Asia a un lado; al otro Europa; y allá
a su frente, Estambul.........."
(José de Espronceda, La canción del pirata)
Istanbul, antes Bizancio, después Constantinopla, es una inmensa ciudad, la más grande de Europa, una de las mega urbes del mundo (su población actual la cifran en 17 millones de habitantes), localizada a caballo entre dos continentes y hace de bisagra entre Europa y Asia. Bañada por el mar de Mármara, el estrecho del Bósforo y el Cuerno de Oro la dividen en tres zonas: la antigua (de marcado acento oriental) y la moderna (y más occidental) se localizan en Europa; la tercera, ya en Asia, al otro lado del Bósforo. Esta ubicación le confirió de siempre una importancia estratégica que aún hoy se mantiene. Y todo ello a poco más de 4 horas de vuelo desde Asturias.
Una ciudad exótica y voluptuosa, tradicional y moderna, milenaria, crisol de culturas y que supera con creces las expectativas que se ponen al visitarla.
Con la sana intención de conocerla un poco, emprendimos viaje un grupo de personas (9 en total) en viaje programado para la presente temporada por el Club de Viajes Hermandad de Empleados Cajastur. Partimos el día 5 de diciembre desde el aeropuerto de Asturias en vuelo chárter promovido por la mayorista Politours fletado a la operadora aérea Pegasus Airlines. Salida puntual, y en poco más de 4 horas (30 minutos de adelanto sobre lo previsto) aterrizamos en el aeropuerto Sabiha Gokcen, uno de los tres con que cuenta la ciudad de Istanbul, distante unos 46 Km de la ciudad, situado en su parte asiática.
Aquí la diferencia horaria (+2 h) nos jugó una mala pasada; entre trámites aduaneros, recogida de equipajes, traslado a la ciudad, reparto por hoteles, check in en el hotel (Dosso Dossi, muy bien ubicado, a dos pasos de la milla de oro de Sultanahmet) y toma de posesión, se redujo el tiempo de descanso nocturno a unas escasas 5 horas ¡¡todo sea por Istanbul!!.
Como decía aquel "Yo he venido aquí a hablar de mi libro", pues nosotros "Venimos a Istanbul a conocer y disfrutar de la ciudad". A tal efecto, a las 9.00 h de la mañana del día 6, espléndida de sol y temperatura adecuada a la época, estábamos prestos a iniciar la primera de las tres jornadas en la ciudad dedicada al Cuerno de Oro y estrecho del Bósforo. La mayorista puso a nuestra disposición un microbús de 20 plazas (nuestro grupo y otras personas de otros grupos) y un guía de habla española: Mehmet ,¡buen tipo!. Y al lio.
El tráfico de Istanbul es caótico, deliciosamente caótico, pero muy organizado. No se utilizan los intermitentes, los cambios de carril son constantes, giros y cambios de sentido inesperados, pero todo ello sin estridencias, sin tocar el claxon, sin retos. Pues con todo no son visibles colisiones ni mayores incidentes; fijándome en los turismos lucen carrocerías impecables (o casi).
Otra cosa que llama la atención es la legión de gatos (se dice que 125.000) y perros (los cuantifican en 100.000) callejeros que transitan "a su bola" por la ciudad. El gobierno de la nación promulgó una ley protegiendo a estos animales. La municipalidad de Istanbul los tiene controlados (una especie de crotal en la oreja) y los vacuna periódicamente; incluso es frecuente ver a viandantes darles de comer y de beber.
El primer destino al que nos condujo Mehmet ¡buen tipo! fue a la Mezquita de Solimán, joya de la arquitectura clásica otomana, edificada por el genial arquitecto Sinán (cuenta con varias obras en la ciudad), protegido del sultán Solimán I. Se localiza en una de las colinas sobre las que se edifica la ciudad, en el distrito universitario, y en el trayecto a pie vivimos el ajetreo propio de los universitarios camino de sus quehaceres académicos. Lo temprano de la hora nos permitió realizar la visita con poca gente, pasear por el patio (dotado con cuatro minaretes y diez balcones), acceder a la sala de oración (hubimos de descalzarnos, y las mujeres cubrirse la cabeza) y admirar su magnífica cúpula central, así como el resto de construcciones del complejo: hospital, madrasa, un bazar, un hammam y una cocina pública.
De vuelta al bus, y de camino a Eyüp, importante barrio de la ciudad de marcado acento musulmán, hicimos un alto en la Catedral Patriarcal de San Jorge, sede de la Iglesia Ortodoxa Griega y de gran trascendencia del cristianismo en Istanbul. De construcción modesta, destaca su interior por la proliferación de retablos de estilo ortodoxo. El complejo en el que se localiza alberga un espacio ajardinado y diversas construcciones para biblioteca, alojamientos y dependencias administrativas.
De nuevo al bus, y tras un corto trayecto a pie Mehmet ¡buen tipo! nos condujo al Mirador de Pierre Loti, en lo alto de la colina que domina el barrio, y que toma su nombre de un escritor francés (seudónimo de Julién Viaud) enamorado de Istanbul y que acudía a este lugar a buscar la inspiración para sus obras. La soleada mañana nos permitió unas magníficas vistas sobre el Cuerno de Oro (el mirador se localiza en el mismo recodo de este histórico estuario que divide la ciudad en dos y forma un espectacular puerto natural), los tres puentes del mismo, el cementerio musulmán de Eyüp sobre la ladera de la colina, y Asia en la lejanía. Aprovechamos para hacernos unas fotos y tomarnos un café (turco) o un té (de manzana, riquísimo) en el café que allí se ubica, sentados en las mesas pegadas a las barandillas.
El descenso de la colina lo hicimos a pie, atravesando el cementerio musulmán y por un camino empedrado, mirando tanto al suelo como a derecha e izquierda para ver las miles de tumbas y columnas de este enorme camposanto dispuestas en la ladera de la colina, que pasa por ser uno de los más especiales y singulares del país.
Para completar la mañana, y previo al almuerzo, Mehmet ¡buen tipo! nos trasladó a la entrada del Bazar de las Especias, también llamado Bazar Egipcio, en Eminönü, casi frente por frente al Puente de Gálata. Tiene forma de "L", y unas dimensiones más accesibles que el Gran Bazar. Lo que inicialmente fue el lugar de destino de las diversas mercaderías transportadas por la ruta de la seda, hoy (siglo XXI) la oferta es más amplia: textil, oro, plata, "Trolex",...No obstante la profusión de colores y olores, la iluminación de las estancias, el ajetreo de idas y venidas de comerciantes y clientes proporcionan un especial encanto a este lugar.
Después de almorzar en uno de los innumerables restaurantes que se localizan bajo el Puente de Gálata (especializados en pescado, y en guiris), Mehmet ¡buen tipo! nos trasladó al muelle de Eminönü a tomar un barco para realizar el crucero por el Bósforo previsto en horario vespertino. El Estrecho del Bósforo tiene una longitud de 30Km, un ancho máximo de 3700 m, y mínimo de 750 m, la profundidad supera los 100 m en algunos puntos, une el mar Negro con el mar de Mármara, y divide la ciudad de Istanbul en dos partes. Ambas se enlazan por medio de tres puentes colgantes: puente Bósforo (el primero y más cercano a la ciudad), puente Sultán Mehmed, y puente Sultán Selim, el más moderno y con un ancho de casi 60 m, el mayor del mundo. El tráfico por el estrecho es ingente, a las diversas líneas de ferry que unen las dos partes de la ciudad se unen los ferry turísticos (como fue nuestro caso), amén del tráfico de buques mercantes. No olvidemos que el estrecho es la única vía de paso que tienen los buques procedentes del mar Negro hacia el Mediterráneo, de ahí su histórico valor estratégico del mismo. En el año 2013 se habilitó una nueva vía de comunicación entre ambas orillas: el túnel ferroviario Marmaray, a 55 m del lecho marino y que une ambas partes en poco más de 10 minutos.
Comenzamos nuestro crucero pasando bajo el Puente Gálata y la ida la recorrimos más próximos a la parte europea en la que se pueden ver los trabajos de construcción de la nueva terminal para cruceros turísticos (enorme), el Palacio de Dolmabahce (con su enorme fachada en mármol, le dicen el Versalles de Istanbul), el también Palacio Ciragan (hoy es un hotel), la preciosa Mezquita de Ortakoy (pequeñita, con dos elegantes minaretes) enmarcada por el puente del Bósforo, infinidad de mansiones de todos tamaños, y una vez pasado el puente Sultán Mehmed y a la altura de la fortaleza de Rumeli (edificada en el s XV para defensa y control de los tráficos de estrecho), iniciamos el regreso, esta vez más próximos a la costa asiática. Frente a la citada fortaleza de Rumeli se levantó la fortaleza de Anadolu (casi frente por frente, y con la misma finalidad de control sobre el estrecho), en la misma costa se pueden ver los palacios de Beylerbeyi (que fue residencia de verano de diversos sultanes; está un poco tapado por el puente Bósforo), el palacio Küküksu, e infinidad de mansiones, y el skyline de las numerosas mezquitas de Üsküdar.
Ya en tierra, de nuevo en el muelle de Eminönü, Mehmet ¡buen tipo! nos llevó hasta el Gran Bazar (Kapali Carsi), nos dio instrucciones sobre el regateo en compras y, sobre todo, indicaciones para volver andando al hotel, no ser que nos perdiéramos en el laberinto de calles que es esa zona.
El Gran Bazar pasa por ser uno de los mayores y más conocidos bazares del mundo, con 21 puertas de acceso (por cierto, todas con control de acceso mediante arco de seguridad), casi 4000 tiendas, 10.000 personas trabajando, y una actividad febril desde apertura a cierre. Al verlo, me recordó las películas ambientadas en el Oriente Medio (Aladino, Simbad el Marino, Alí Babá y los cuarenta ladrones,...). De primera impresión asusta un poco el laberinto de calles; después de un tiempo transitando, y a las voces de ¡Antonio! ¡Antonio! ¡Maricarmen! ¡Maricarmen! (así nos reclaman los vendedores a los españoles) ya te sitúas y, sobre todo, identificas alguna puerta de acceso/salida. Parece ser que antiguamente la oferta de productos estaba más sectorizada. Hoy, lo que yo vi, se oferta de casi todo en casi todas las calles; prevalece, eso sí, la zona donde venden oro y plata, y las consabidas alfombras.
Finalizada la visita al Gran Bazar, con compra y regateo (of course!) entre taza y taza de té incluido (e impresión de que ganaron ellos), regresamos al hotel a reponer fuerzas y tratar de recuperar alguna hora de sueño de la noche anterior.
La segunda jornada en Istanbul, el día 7, tenía programada la visita clásica (Sultanahmet) y el barrio de Pera (zona occidental de la parte europea). Al igual que el día anterior, la climatología nos regaló un día soleado, algo más fresco que el precedente. A las 9 horas, Mehmet ¡buen tipo! nos recogió a las 9 horas en la puerta del hotel, y nos trasladamos a la Plaza de Sultanahmet, milla de oro de la ciudad, donde se ubican las joyas de la corona, imprescindibles en cualquier visita a Istanbul.
Comenzamos por el Hipódromo, la explanada en la que en el s II los romanos levantaron un anfiteatro para celebrar carreras de cuadrigas y todo tipo de eventos, incluso ejecuciones públicas. Las dimensiones se intuyen colosales, así como los medios técnicos y materiales que lo hicieron posible. Hoy se conserva el Obelisco (data del s XV a.c., perteneció al faraón Thutmosis III, y se trasladó a la entonces Constantinopla en el s IV d.c.), parte de la Columna de las Serpientes (del s V a.c., procedente del templo de Apolo en Delfos) y la Columna de Constantino. En un extremo, el más próximo a Santa Sofía se localiza la Fuente del Káiser, regalo del káiser Guillermo II por la implicación de Turquía en la Primera Guerra Mundial.
De aquí pasamos a visitar la Mezquita de Sultán Ahmet, mundialmente conocida como Mezquita Azul, reconocible en el skyline de esta parte antigua por sus seis minaretes y 16 balcones. De dimensiones colosales, está considerada como una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Fue construida por un discípulo del afamado Sinán (de casta le viene al galgo) y en la actualidad está en obras de restauración que afectan a dos minaretes y a...........¡¡¡¡¡la gran cúpula!!!!!! Una verdadera pena. Accedimos al recinto y posteriormente al interior por su puerta lateral (la principal se reserva para los fieles). Los andamios son visibles por todas partes y el ambiente de obras palpable; en la parte de la cúpula central está instalado un panel reproduciendo la misma. Aún y así, hay bastantes zonas en las que se pueden ver los famosos azulejos azules de Iznik que le dieron el nombre de Mezquita Azul.
Caminando un pequeño trecho y por una zona ajardinada (de las pocas que tiene la ciudad; Istanbul es la ciudad de Europa cuyo ratio m2 de verde/habitante es el más bajo), nos topamos con Santa Sofía (Aya Sofya). Palabras mayores. Si "París bien vale una misa", "Santa Sofía merece una visita a Istanbul". La joya de las joyas. Sus impresionantes dimensiones la hacen visible desde cualquier punto: ya navegues por el Mármara, desciendas por el Bósforo, te asomes desde Üsküdar, recorras el Cuerno de Oro, su silueta destaca sobre todo. Edificada en el s IV por Constantino, sufrió incendios, reconstrucciones varias; fue iglesia cristiana, catedral de Constantinopla; posteriormente mezquita (se le adicionaron cuatro minaretes) y actualmente museo.
Su técnica constructiva sirvió de modelo para posteriores construcciones (muchas obras del gran Sinám son prueba de ello) y siendo sencilla y austera en todo ello, el conjunto es esplendoroso. También está en obras de restauración, básicamente en la nave principal. Aún y con todo, se puede acceder a la planta superior y admirar los mosaicos bizantinos que se están recuperando (tapados cuando su conversión en mezquita) y cumplir el ritual de girar el dedo pulgar en la columna de San Gregorio la pedir un deseo.......
Desde Sultanhamet nos trasladamos, bus mediante y cruzando el Puente de Gálata, a la parte más occidentalizada de Istanbul, siempre en la parte europea, al barrio de Pera, también conocido como Beyoglu. Descendimos del bus frente por frente al afamado y lujoso Hotel Pera Palace, una atracción más de Istanbul, ubicado en un bonito edificio de estilo ecléctico de finales del s XIX, que debe su fama a la notoriedad de las personas que antaño se hospedaban; una de ellas, Agatha Christie, escribió durante su estancia en el hotel parte de su novela "Asesinato en el Orient Express".
Desde aquí partimos en dirección a la plaza Taksim a través de la Istiklal Caddesi, no sin antes hacer una breve parada para visitar la Iglesia de San Antonio de Padua, la iglesia católica más importante de Istanbul, cuya presencia contrasta con la profusión de mezquitas que hay en la ciudad (no se sabe a cierta cierta cuantas). De ladrillo rojo y líneas sencillas, resulta agradable de ver por eso precisamente: su sencillez. En el atrio se puede ver una escultura en bronce de Juan XXIII en recuerdo del sacerdocio ejercido en dicha iglesia.
La Istiklal Caddesi (Avenida de la Libertad) o Grand Rue de Péra como antiguamente se denominaba, es una de las avenidas más populares de Istanbul, zona de compras y de ocio de los estambulíes, de unos 2 Km de longitud; va desde Torre Gálata a la Plaza Taksim, de unos 2 Km de longitud, totalmente peatonal (solo circula un tranvía turístico), con bonitos edificios que otrora ocupaban algunas embajadas (ahora consulados desde el traslado de la capitalidad a Ankara) y que hoy dan cabida a tiendas y comercios que en nada tienen que envidiar a calles de cualquier ciudad europea. También tienen acomodo pastelerías, restaurantes, cafés , y todo tipo de establecimientos de ocio, y el famoso Cizek Pasaji (Pasaje de las Flores), hoy dedicado a la restauración. Es notoria la ausencia de referencias islámicas, en contraste con el resto de la ciudad, lo que acentúa más el carácter europeo y occidental del barrio.
Ya al final de la avenida Istiklal nos topamos con la Plaza Taksim, considerada el corazón de la moderna Istanbul, de extraordinaria amplitud que la convierte el el lugar favorito para todos tipo de eventos y manifestaciones políticas. Su centro lo ocupa el Monumento a la República, con lugar destacado para Kemal Atatürk, artífice de la abolición del sultanato otomano y primer presidente de la República de Turquía. Anexo a la plaza existe un pequeño parque, un oasis entre todo aquel cemento, que motivó un importante movimiento ciudadano para su conservación como tal.
Después de almorzar en un restaurante de la zona, Mehmet ¡buen tipo! se despidió de nosotros y dedicamos la tarde a recorrer de nuevo al Istiklal Caddesi (esta vez en sentido descendente) de forma más pausada, poniendo atención tanto en el paisaje como en el paisanaje. Las heladerías, por ejemplo, con el ritual cuasi-circense de los heladeros a la hora de servir un helado de cucurucho. Los vendedores de lotería (legión) turca. Puestos de asar castañas. Músicos callejeros (también legión). Y sobre todo la marea humana, que a diario (se dice que unos 2 millones de personas) recorre arriba y abajo la avenida.
Al final de la avenida se localiza la Torre Gálata, en el barrio de su mismo nombre, donde se asentaron los genoveses en la edad media, quienes la reconstruyeron en piedra la construcción inicial en madera del s V.Su finalidad era la vigilancia y control defensivo. Su altura es de 61 m, se puede subir a un balcón panorámico (previo pago y cola de espera pertinentes), salvando los 7 primeros pisos en ascensor, mediante escaleras los dos últimos. Cuenta con un restaurante y una cafetería y sus vistas desde lo alto son espectaculares de prácticamente todo Istanbul.
Finalizando la jornada, de regreso al hotel cruzando el Puente Gálata (muy animado como siempre; en las dos barandillas no queda un hueco libre donde lanzar una caña más) y ya cayendo la noche, otra versión del skyline de la ciudad; las mezquitas, Santa Sofía, Palacio Topkapi,..., todos iluminados, emergiendo del enjambre de edificios sumidos en la más absoluta oscuridad, abigarrados en las colinas de la ciudad antigua componían una hermosa postal para el recuerdo.
La tercera jornada, día 8, domingo, estaba señalada en el proyecto de viaje como de libre disposición, si bien la mayorista nos había ofertado una excursión de día completo. Amaneció algo nublado, si bien con el paso del tiempo el sol se impuso a las nubes. Temperatura similar a días anteriores.
En mi caso, optamos por completar visitas en la parte antigua, y a continuación dar el salto a la parte asiática en ferry.
Comenzamos visitando la Cisterna Basílica, también denominado Palacio Sumergido y al ser primera hora de la mañana pudimos deambular por su interior casi en solitario. Se trata de un depósito de agua construido en el sV (existen varios en la ciudad) bajo tierra, que con sus 100.000 m3 de capacidad suministraba agua a la primera colina de la ciudad. Un bosque de columnas de mármol y todas distintas (336 concretamente; no todas visibles; también en proceso de restauración) soportan un techo abovedado, y sobresalen dos que tienen en su base dos capiteles con el rosto de la diosa griega Medusa; una tercera, la "columna de las lágrimas" destaca por estar siempre húmeda. La sensación de humedad en todo el recinto es palpable.
De nuevo en la superficie, cruzamos la plaza de Sultanahmet en dirección a otro de los monumentos imprescindibles en cualquier visita a Istanbul: el Palación de Topkapi, uno de los más grandes de Europa y cuya suntuosidad, dimensiones y tesoros que exhibe refleja fielmente el esplendor del Imperio Otomano.
De privilegiada localización, sobre el Bósforo, a un lado el Cuerno de Oro, al otro el mar de mármara, fue construido en el sXV por el sultán Mehmet el Conquistador y como palacio de gobierno. Solimán trasladó allí su residencia, y en su inmensa extensión llegaron a habitarlo 5000 personas. Consta de 4 puertas de acceso que dan lugar a 4 patios. Numerosas estancias para albergar tanto las dependencias gubernamentales como las privadas del sultán de turno (a destacar el harem) y exhibe importantes tesoros. A destacar la Daga de Topkapi. En el último de los patios (el número 4), son admirables las vistas sobre el cruce Bósforo/Cuerno de Oro/Mármara.
Pasado el mediodía nos dirigimos calle a través al muelle de Eminönü a tomar un ferry para dirigirnos a Üsküdar, la parte asiática de Istanbul. Provistos de una tarjeta de transporte Istanbulkart (muy práctica; además rebaja el precio del transporte público), accedimos a este medio de transporte. El cruce nos llevó 20 minutos, y durante la travesía pasamos muy cerca de la Torre de la Doncella, también conocida como Torre de Leandro, levantada sobre un islote frente a Üsküdar, que hace las veces de faro a la par que restaurante. Ambos nombres responden a sendas leyendas a las que remito a la Wikipedia.
Nada más poner pie en tierra ya se notan cosas distintas: numerosas mezquitas; la vestimenta de hombres y mujeres; el turista, o ausente, o pasa desapercibido; la oferta comercial; el bullicio del puerto y de los cercanos mercados; arquitectura otomana; un ambiente de pueblo y vecindad. No en vano su origen data de 3000 años atrás, y su fundación fue anterior a la de la propia Bizancio.
Frente por frente al muelle se localiza la Mezquita de Mihrimah Sultán, del s XVI y obra de Sinám, y un poco más allá la Mezquita Yeni Valide; ambas de considerables dimensiones, en muy buen estado de conservación, y abiertas al culto. Visitando la primera de ellas saltó la voz del muecín llamando a la oración, simultáneamente a la segunda de las mezquitas, y otras más a lo lejos, provocando en nosotros una fascinante sensación de estereofonía múltiple jamás experimentada.
Después de almorzar en un restaurante de pescado (fresco, reconocible y barato) que formaba parte del complejo de la lonja de la localidad, dispusimos de un paseo por la orilla y contemplar las vistas de la parte europea de la ciudad. Al igual que en el Puente Gálata, innumerables pescadores lanzaban sus cañas desde las orillas, con desigual suerte de capturas.
A media tarde decidimos regresar a la parte europea utilizando el novedoso medio de transporte que es el Marmaray, metro que transita por debajo del lecho del Bósforo (espectacular obra de ingeniería) y que en poco más de 10 minutos nos trasladó a la estación central de trenes de Sirkeci. Eso sí, el tránsito exterior/andén/exterior nos ocupó unos 15 minutos, más que el traslado en sí.
De aquí caminito del hotel a preparar el equipaje para el regreso.
El día 9, lunes, era el de regreso a Asturias, en vuelo previsto desde el aeropuerto Sabiha Gokcen para las 15.00 horas (hora local). A las 11.00 nos recogieron en el hotel, y después de una hora abundante de transito por el denso tráfico de Istanbul (puente del Bósforo incluido) llegamos a la terminal de salida con tiempo suficiente para controles, check in, aduana y ligero almuerzo. Después de 4 horas de vuelo, aterrizamos en Asturias a las 17.00 horas, hora local, dando por concluido, sanos y salvos todos los expedicionarios, dicha incursión en Istanbul.