CRÓNICAS 2010

SANTIAGO DE COMPOSTELA

Cronista

Paloma Ibáñez López

Esposa de nuestro compañero jubilado Manuel Pío Fernández

CRÓNICA DEL VIAJE A SANTIAGO DE COMPOSTELA

El viernes 30 de Abril, a las 16:00 h, estábamos en Llamaquique – Oviedo dispuestos a emprender el viaje hacia Santiago de Compostela. Como no éramos muchos, escogimos nuestros asientos y después de pasar lista Carmen, nos dirigimos hacia Gijón para recoger al resto de los compañeros.

Desde esta ciudad, salimos hacia tierras gallegas; momento en el que nuestra coordinadora Tere, nos puso al día sobre el programa que llevaríamos a cabo este fin de semana.

Durante el trayecto hicimos dos paradas técnicas en las cuales aprovechamos para tomarnos un “cafetín” y alguna que otra vianda.

Desde el principio del viaje, reinó un ambiente de camarería y de amistad entre todos los componentes; éramos pocos, pero bien avenidos.

Llegamos a Santiago hacia las 21:00 h, el hotel nos encantó a todos, con un gran vestíbulo, iluminado por una gran lucerna que daba luz a un sinfín de plantas repartidas por los 10 pisos del hotel; solo tuvimos tiempo de dejar las maletas en la habitación y bajar a degustar la cena-bufet que nos esperaba. Después unas copitas en el bar del hotel y a descansar, pues a la mañana siguiente nos esperaba un día un poco ajetreado.

Al día siguiente el grupo se dividió en dos: Los que nos animamos bien temprano a realizar la última etapa del Camino de Santiago, capitaneados por Paco, que actúo de guía, llevándonos con gran maestría desde Pedrouzo, hasta la catedral de Santiago; y por otra parte los que eligieron la visita cultural por la ciudad gallega.

Mi grupo, que era el de los caminantes, -armados hasta los dientes- como si fuéramos a hacer cientos de Kilómetros, con botas, chubasqueros, mochilas y bastones, emprendimos el viaje hacia Santiago, siempre mirando al cielo, temiendo que la lluvia estropease tan agradable caminata.

Los nueve primeros Kilómetros discurrieron por un camino de tierra, entre un bosque de multitud de arbustos, pudiendo apreciar los distintos olores, que la naturaleza ponía a nuestro alcance, y que pocas veces disfrutamos.

Un compañero que tenía agujetas, nos abandonó en Lavacolla. Más tarde contaría al grupo de los turistas que su mujer lo introdujo en el autobús y le dijo adiós, pero sospechamos que se marchó a la llamada del marisco y de los ribeiros. Mientras nosotros, haciendo un alto en el camino, nos dispusimos a compartir algunos embutidos, chocolate y frutos secos que empezaron a salir de las mochilas, que por cierto sólo las llevaban las señoras, mientras los maridos caminaban ligeritos de peso; para que luego digan de las mujeres.

Al terminar este pequeño refrigerio emprendimos el segundo tramo del camino, desde Lavacolla hasta el Monte del Gozo; este camino discurría por asfalto y entre casas, por lo que no tiene ninguna mención especial, sólo las pendientes que tuvimos que salvar.

Breve parada en el Monte del Gozo, fotografías para el recuerdo y descenso hacía la Catedral; allí, delante de la Puerta del Perdón, algunas de nosotros quisimos sentirnos auténticos peregrinos y finalizar el camino con el abrazo al Apóstol Santiago; después de hacer una larga cola, llegó el abrazo al Santo, la Misa del Peregrino con Botafumeiro incluido y fin de la etapa.

Regresamos al hotel, donde ya los dos grupos intercambiamos las experiencias del día durante la cena; más tarde, sentados ante un café, charlas filosóficas y espirituales, la ocasión lo merecía. Cansados pero contentos de cómo había trascurrido el día, nos fuimos a dormir, al día siguiente Santiago nos esperaba para volver a recorrerlo.

El otro grupo, el de los turistas, hizo un recorrido cultural por la ciudad: visitaron la Plaza del Obradoiro, destino obligado de peregrinos que llegan a la ciudad desde cualquier punto de nuestra geografía, las encantadoras calles estrechas, sus recoletas plazas del centro peatonal que invitan a recorrerlas con calma, y por supuesto la Catedral que con sus dos torres gemelas barrocas apuntando al cielo, se convierte en un espectacular monumento que durante siglos ha dado la bienvenida a los peregrinos; también admirarían El Pórtico de la Gloria del Siglo XVII.

La guía hace mención especial a la otra de las entradas de la catedral: La Porta das Praterias, que ostenta ricos bajorrelieves del siglo XI con escenas bíblicas; detrás del altar mayor, visita obligada, pudieron besar el manto de la estatua del Santo Apóstol, después de padecer una larga cola y algún que otro rifirrafe de nuestros pacientes compañeros de viaje por salvaguardar el lugar de los que iban a tomar el café ó degustar el famoso orujo gallego.

Dentro de la catedral se pudo admirar El Santo de los Croques, punto de peregrinación en otros tiempos de estudiantes de vida alegre y noctámbula que en vísperas de exámenes acudían a tocar esta estatua con la cabeza para que les aportara suerte y sabiduría.

Por supuesto también el famoso Botafumeiro, gigantesco incensario de unos 50 kg. que para poderlo oscilar sobre el altar son necesarios ocho hombres.

De vuelta a la plaza del Obradoiro toparon con el Hotel Reyes Católicos, construido por los Reyes Católicos como Posada y Hospital de peregrinos y hoy convertido en Parador. Este espléndido edificio tiene una elaborada portada barroca; la guía comenta una anécdota muy simpática, si el visitante tiene a bien fijarse, verá que en la parte izquierda de la fachada una de las gárgolas, es la figura de un hombre de espaldas y de cuclillas, según narraba nuestra guía, cuentan dos historias para interpretar su significado; una de ellas es que al acabar la obra el arquitecto no quedó muy satisfecho con sus honorarios, y la otra versión es que quiso dejar constancia de una costumbre de la época, cuándo algunos de los peregrinos en su andar padecían de hemorroides y se colocaban en esa misma postura a la ventana para que el fresco de la noche aliviara su dolencia.

Queda pues a elección de cada visitante, creer cual será el verdadero significado.

Continuando su andadura por la ciudad visitaron el Convento de San Martiño Pinario, admirando la iglesia barroca de ese monasterio con su enorme altar y su ornamental fachada plateresca; y entrando en sus plazas y rúas llegan hasta la antigua Universidad, inolvidable por la famosa canción de La Tuna “Triste y sola se queda Fonseca”….

Otro de los edificios digno de mencionar es La Casa de la Troya, famosa pensión de estudiantes díscolos y juerguistas. Y como colofón, el mercado de Abastos donde nada más entrar degustaron el famoso Pulpo a Feira, que abrió el apetito para continuar en sus encantadores restaurantes con sus patios interiores degustando buena parte de su gastronomía regada por un buen Riveiro y buen orujo de la tierra.

Santiago es una ciudad donde el tiempo parece detenerse, y siempre es un placer para el cuerpo y para el alma.

El domingo después de deambular durante la mañana por las callejas y plazuelas de Santiago, emprendimos viaje de regreso hacia nuestra tierra; breves paradas, despedidas en Gijón de parte de nuestros compañeros y fin del trayecto en Oviedo, con un gusto en el alma de quien lo ha pasado bien y con la promesa de emprender nuevos viajes con este Club de viajes de la Hermandad de cajAstur.