Mª Dolores García Jurado Compañera de la Caja, en la Oficina de Mieres |
Iniciamos nuestro viaje a la Selva Negra y el Rin el sábado 8, día de la Santina, por la mañana. Por la tarde, después de hacer trasbordo en Madrid, volamos a Ginebra. Llegamos sobre las 7 de la tarde, luciendo todavía el sol. En el aeropuerto nos esperaban Cristobal, el chófer del autobús que nos acompañaría todo el trayecto, y Paquita, la guía con la que algunos ya habían coincidido en otros destinos europeos.
Nos trasladamos al hotel con un tiempo escaso para acomodarnos, ya que la recepción del hotel era pequeña para nuestro grupo y el ascensor más. La cena era en un restaurante cercano, así que nos desplazamos caminando. Su propietario era gallego, como muchos de los que allí regentan negocios de hostelería. A lo mejor por eso, al lado de nuestro hotel, había una oficina de Caixa Galicia y al lado otra de la CECA (lo siento, deformación profesional). Una vez repuestas las fuerzas, alguien se acuerda del día que es y entonamos el Asturias Patria Querida.
Al finalizar la cena, algunos optaron por regresar al hotel, mientras que otros paseamos un poco en dirección al lago Leman, por el puente donde desemboca el Ródano, pero la verdad es que el día había sido muy largo y optamos por regresar pronto a las habitaciones.
Después de desayunar abandonamos el hotel, pues teníamos concertada una visita a la ciudad con guía local. Primero visitamos en bus los barrios más periféricos en las colinas donde está la Plaza de las Naciones, con los edificios del Palacio de las Naciones de la ONU, la sede internacional de la Cruz Roja, fundada por un suizo (en su homenaje, la bandera de la Cruz Roja es la misma que la suiza pero con los colores inversos); también vimos diversos organismos como la Organización Mundial de la Salud, la Sede Internacional del Trabajo, etc. Después callejeamos y recorremos a pie la orilla opuesta del lago. Vemos edificios emblemáticos, como la iglesia rusa erigida en el siglo XIX; la catedral de Saint Pierre de culto protestante que no pudimos visitar porque era domingo y celebraban culto; los cañones y frescos donde se reflejaban los hechos históricos de la ciudad desde el paso de las legiones romanas hacia el norte en dirección a Germania, la Reforma de la Iglesia, etc.
Descendemos a la orilla de los restos de la muralla que se conservó hasta el s. XIX, momento en el que Ginebra se integra en Suiza, aunque se conservan las tres puertas de entrada a la misma. Llegamos a un bonito parque de estilo inglés donde nos explicaron el Muro de los Reformadores de la iglesia, erigido en homenaje a los padres del culto protestante Lutero, Calvino, Knox …, y abandonando el parque vemos grabados en el suelo unos cuantos tableros de ajedrez con sus piezas de tamaño considerable, vacíos a esas horas de la mañana pero seguro que por la tarde se les dará buen uso.
Finalizamos la visita concertada y nos dispersamos en el embarcadero de Mont Blanc para disfrutar un poco de tiempo libre, paseamos por el puente lleno de banderas de Suiza y Ginebra y, como hace una mañana soleada, acuden al embarcadero turistas para hacer un crucero por el lago y familias que pasean en patines o bicicletas. En sus jardines vemos una escultura dedicada a la emperatriz Sissi, ya que fue asesinada en un hotel próximo a donde nos encontramos. Desde allí también apreciamos una vista espectacular del famoso Jet d´Eau, salto de agua que alcanza 140 metros ayudado por una bombas que aumentan su potencia, y capaz de expedir 500 litros por segundo. Sin lugar a dudas, algo espectacular.
Acudimos pronto al punto de encuentro para ir a comer a un restaurante de la estación de ferrocarril, donde ya estaba todo preparado. No tenemos tiempo para la sobremesa porque hay que partir en dirección a Zurich, zona geográfica donde se habla el reto-románico, que es un dialecto del cantón al que pertenece St. Morizt.
A la llegada, nos esperaba otra guía local en el puente al lado de su catedral, de advocación reformista. Cuando la visitamos descubrimos que carecía de mobiliario y de decoración, aunque conservan restos de unos frescos de la época de su fundación, descubiertos recientemente. Paseamos y callejeamos mientras la guía nos va contando los hechos más relevantes de su ciudad y, tras ascender a una de sus colinas, vemos una panorámica de la ciudad con su catedral y el río Limmat que la atraviesa. Pasamos por la iglesia de S. Pedro, inconfundible por la esfera del reloj de su torre, al que sus 8,7 m. de diámetro convierten en el más grande de Europa. Luego visitamos la zona de las facultades, con el instituto politécnico donde se licenció Einstein y también nuestro compatriota arquitecto Calatrava. Pasamos también por el museo de arte de Zurich, en cuya fachada exhiben una de las obras del escultor Rodin, concretamente la puerta de los infiernos.
Descendemos al nivel del río y nos dirigimos en autobús al hotel para alojarnos y cenar.
Después de desayunar, partimos hacia Lucerna, donde visitamos el monumento al león herido de la época romántica, excavado en la piedra de la montaña, y a continuación atravesamos el famoso puente de la capilla de 1.333, con sus pinturas medievales, varias veces incendiado pero siempre vuelto a construir según su imagen. Tomamos un barco que recorre el lago Vierwaldstattersee de los cuatro cantones y, mientras disfutamos del paisaje, realiza varias paradas en las localidades de la zona para trasbordo de sus pasajeros, finalizando nuestro trayecto en Vitznau, donde tomamos un tren cremallera para ascender al monte Rigi de 1.400m. Allí comemos un menú típico de la zona: una fondue de queso y salchichas con chucrute, disfrutando una bonita panorámica de las montañas.
Después de comer, nos da tiempo a acercarnos a una capilla católica oculta tras un pequeño y angosto desfiladero. Era de admirar el tesón de los constructores por haber subido hasta aquella cima los materiales para su construcción y las penalidades que debieron sufrir para trasportarlos por aquel paso angosto. Iniciamos después el descenso hasta la localidad de Weggis en teleférico, no apto para cardíacos y personas con vértigo por transcurrir el descenso de esos 1400 m. en un buen tramo casi en vertical. Una gozada. Una vez allí volvemos en bus hasta Lucerna, donde tenemos tiempo libre para compras y para sentarnos en sus terrazas, ya que el tiempo era fantástico e invitaba a ello. Finaliza la tarde y regresamos a Zurich, único día que repetimos hotel. El resto del viaje nos lo pasamos cargando y descargando maletas cada jornada, aunque se encargase de ello Cristóbal.
Emprendemos camino en dirección al cantón más septentrional de Suiza, Schaffhausen, donde el Rin (cuyo nombre es celta y significa ”fluir”), forma unas espectaculares cataratas, no tanto por su altura sino por su caudal y volumen. Allí Viso nos anuncia que el Grupo de Viajes nos costea el paseo en bote hasta los miradores. Uno de ellos estaba situado en medio de la catarata, y se ascendía por una empinada escalera. Era digno de ver y vivir la experiencia aunque, según nos comentó Paquita, para espectacular el estruendo que producen en primavera, con su volumen de agua amentado por los deshielos de las montañas.
Seguimos ruta de nuevo, ya a través de la región conocida como la Selva Negra, nombre que le pusieron los romanos por los kilómetros y kilómetros de abetos con el color oscuro característicos de sus hojas; en la actualidad se conservan 170 km2 de esta selva negra, y sus vías fluviales que ya habían usado en el pasado para exportar madera de esta región para la construcción de barcos en Holanda y Escandinavia.
Llegamos al lago Titisee, lugar de recreo para los alemanes y lago ya puesto de moda por la reina francesa Maria Antonieta que lo visitó. Comemos en un restaurante cercano al embarcadero, donde también tienen tienda de venta de recuerdos típicos de la zona, entre ellos cantidades de modelos de relojes de cou-cou de todos los tamaños y estilos. Nos imparten una charla en la que nos muestran el proceso de fabricación artesanal de estos relojes. Después de disponer de un poco de tiempo libre seguimos ruta camino de Friburgo, cuya traducción es “ciudad libre”, ya que desde su fundación en 1.120 se hizo tan rica que compró su libertad a los condes a los que pertenecía en el año 1.300. Esta villa es la ciudad de Alemania con más horas de sol, por eso se ha convertido en la capital de las energía renovables.
Friburgo es la puerta natural a la Selva Negra meridional. Paseamos por la pintoresca plaza que se extiende al pie de su catedral, rodeada de casas de distintos períodos, y la “Kaufhaus”, la casa de las compras, precioso edificio de 1.520 utilizado por los comerciantes locales para celebrar reuniones y fiestas. Callejeamos por los alrededores y nos llaman la atención los numerosos pequeños canales del ancho de un pie que sirven para drenar el exceso de agua en la superficie y se utilizaban en el pasado para extinguir los incendios. Admiramos también la puerta de San Martín, que perteneció a las fortificaciones de la ciudad en el siglo XIII y en la actualidad está habilitada para el paso de tráfico de coches y tranvías. Llega el fin del día y nos desplazamos hasta nuestro alojamiento: un bonito hotel en una tranquila urbanización a las afueras de Friburgo.
Por la mañana cruzamos la frontera de Francia para adentrarnos en la región de la Alsacia, que es la región francesa más pequeña en extensión, pero la tercera más rica en renta y cuya capital es Estrasburgo, cuya traducción es “pueblo al lado del camino romano”. Sin embargo el nombre de la población en los grabados antiguos es Argentina que deriva de Argetoratum nombre romano que significa “campo de plata”, ya que en sus aguas se reflejaba todo lo que estaba alrededor. Llegamos puntuales a nuestra cita con el guía local que nos espera en la plaza de Austerlitz, como la batalla que ganó Napoleón. En el pasado se la conocía como la plaza de los carniceros, pero al pasar por allí la tropas de Napoleón que regresaban de la batalla le pusieron ese nombre.
Recorremos en autobus algunas partes de la población, como la zona del puerto fluvial, puerto de intercambio entre el mar del Norte y el Mediterráneo, y nos adentramos en el bulevar de l´Orangerie, barrio residencial con viviendas tipo Tudor donde residen embajadores y altos funcionarios. Este barrio es uno de los pulmones verdes de la ciudad y debe su nombre a Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, que pidió que plantaran naranjos en estos jardines para que le recordaran su patria, España.
Visitamos luego los edificios emblemáticos de la UE como son el Consejo y el Parlamento de Europa, a donde se desplazan una vez a la semana desde Bruselas, a 400 km., los eurodiputados a votar las leyes. Nos explica el guía, que Estrasburgo mantiene su peso dentro de las instituciones, ya que esta ciudad fronteriza a lo largo de su historia tuvo cuatro cambios de nacionalidad franco-germana alternativos entre 1870 y 1945, hasta que en 1949 fue elegida sede de las instituciones europeas, como símbolo de reconciliación después de la 2ª Guerra Mundial.
Paseamos a continuación por el pintoresco barrio de la pequeña Alsacia, con sus características casas de entramados de madera asomadas literalmente al Rin.
Visitamos la iglesia protestante de S. Tomás, donde conservan un entrañable y pequeño órgano con el que Mozart impartió algunos conciertos, y donde se conserva un magnífico mausoleo realizado por Pigal, arquitecto de Luis XV, en memoria de Mauricio de Sajonia, destacado soldado protestante de este rey.
Seguimos paseando por la zona hasta enfocar al final de una pequeña calle peatonal la bella catedral gótica de piedra rosada, erigida entre 1200 y 1400, con su torre de campanario de 142 m, que para su época debió de ser el monumento más alto de Europa. Una vez dentro nos llama la atención su rosetón central, con dibujos de espigas y 14 m de diámetro, que aún hoy sigue siendo el más grande de Europa.
Finalizamos nuestra estancia y nos adentramos de nuevo en Alemania en dirección Baden-Baden, la famosa ciudad balnearia por ser destino predilecto de la aristocracia europea y rusa en el s. XIX, aunque ya en tiempos de los romanos conocían las propiedades terapéuticas de sus agua, como son las ruinas de las termas de Caracalla. Reseñable era la Friedrichsbad, la casa de baños de 1877, la más lujosa y moderna casa de baños de Europa en su época, y el moderno spa Caracalla, del que cogemos algunos folletos informativos, porque aunque nos tengamos tiempo de disfrutar de un baño la ilusión no nos la quitan. Callejeamos y echamos un vistazo al ambiente del Casino de la ciudad, donde había orquesta de música y baile al aire libre en los jardines, con unas parejas marcándose unos pasos.
Damos por concluida la visita y nos ponemos en ruta camino de Stuttgart, capital del estado de Waden-Wurttemberg, cuyo nombre quiere decir “jardín de caballos”, ya que esta ciudad está enclavada en un valle protegido naturalmente y en el s.XIV su primer gran palacio trajo caballos a la zona con el fin de criarlos para su uso en las guerras. De camino a nuestro destino nos llama la atención que, aunque los trayectos los realicemos en autopista, la cantidad de tráfico de camiones es tal que varias veces nos vimos totalmente parados en vías de tres carriles; se comenta que es una zona de paso del tráfico de mercancías entre el norte de Europa y el sur, ya vemos, para que luego nos quejemos nosotros. Llegamos a Stuttgart desde la parte alta de la ciudad y mientras descendemos al valle contemplamos cantidad de casas unifamiliares intercaladas entre la arboleda y los edificios de pocos pisos, lo que hace ganar en encanto a esta verde y extensa ciudad, por ello es una de las más grandes de Alemania. Llegamos al hotel y nos alojamos.
Empezamos el día con una visita en autobús a la ciudad acompañados por un guía local, Anselmo. Nos comenta el contraste de la arquitectura que vamos contemplando ya que, además de mantener edificios históricos, aquí surgió el estilo funcional, censurado en tiempos de la Alemania nazi por considerarlo un estilo degenerado, pero que en la actualidad está retomando su pulso, por algo nos dice que aquí hay más arquitectos que en toda Francia ¿?. Nos comenta que hay en total 73 galerías y museos, y que su Biblioteca posee la colección más grande de Europa de Biblias. Vemos de pasada la casa natal del filósofo Hegel, y también nos dice que la ciudad es la sede de la casa de automóviles Mercedes y nos explica el significado de su símbolo.
Descendemos para visitar a pie el castillo cuadrangular renacentista, construido sobre las ruinas del viejo, con un precioso patio interior con 3 alturas de claustros, con arcadas y una imponente estatua ecuestre del soberano. Salimos a pasear por la plaza donde se cree se alzaba la caballeriza que dio nombre a la ciudad, hoy con un mercadillo de flores y frutas, lo que da encanto al entorno rodeado de una iglesia, la cancillería antigua y un antiguo granero del 1500 que en la actualidad aloja un museo de instrumentos musicales.
Cruzamos luego al centro de la plaza donde se erige una columna para celebrar los 25 años de reinado de Guillermo I y flanqueada por el complejo palaciego barroco y neoclásico donde actualmente se alojan ministerios.
Finalizamos nuestra estancia en Stuttgart y partimos hacia Heidelberg, en el valle del río Neckar, tradicionalmente una de las ciudades con más ambiente estudiantil de Alemania, ya que aquí se fundó en el 1300 la segunda universidad germana tras la de Praga que, junto con Viena, eran las tres ciudades del sacro imperio húngaro. En el ascenso al castillo que domina la vista de la ciudad, la guía local de origen peruano (muy amena y simpática) nos explica las anécdotas y “cotilleos” de los soberanos que hubo en el pasado. Llegamos al complejo castillo-fortaleza, rodeado de foso, que reúne 3 épocas: las ruinas de la construcción gótica; la del Renacimiento con la efigie de todos sus soberanos en la fachada del palacio, intercalados entre los ventanales; y los restos de lo que era la fachada de la época del 1600, con la representación de todo lo que debe tener un gobernante: la suerte de los dioses, representados en el último piso, la sabiduría de las virtudes, en la media altura de la construcción, y la fuerza de los antiguos héroes representando estos la base y sostén del edificio. Entramos a visitar el Museo de la Farmacia, tal como se entendía en el pasado esta ciencia desde la Edad Media, con su laboratorio donde se practicaba la alquimia, recipientes, plantas y enseres que utilizaron, hasta principios del siglo pasado. Contemplamos también en las bodegas la impresionante cuba del año 1700 que podía contener 220.000 litros de vino, suministro exclusivo de los habitantes del castillo y sus instalaciones. Nos imaginamos el tipo de vida que se debían pegar para esa época Ya en la terraza disfrutamos de una preciosa vista del río y de la ciudad, cuyo trazado urbano choca un poco según nos comenta la guía, porque sus construcciones son barrocas pero están sobre un caótico trazado medieval. Ello se debe a que la ciudad fue reconstruida sobre sus cimientos después de arrasarla Luis XIV por no querer anexionarse al palatinado de Francia.
Descendemos de nuevo para comer en una pintoresca taberna y poco después partimos, casi con el postre en la boca, de nuevo rumbo a la carretera. La próxima visita también está catalogada como Patrimonio de la Humanidad, la localidad de Rotemburg, que aunque su nombre significa “castillo rojo”, de éste ya no queda nada porque se derrumbó por un terremoto en el s. XIV. La población, o lo que es ciudad, que se conserva hasta nuestros días, se levantó delante del castillo por los sirvientes y artesanos que se asentaron allí, y así se conservan sus casas y construcciones, como si se hubieran quedado ancladas en el tiempo: su ayuntamiento con sus altas torres y murallas, las iglesias y casas de estilo medieval de las familias nobles y todo tipo de negocios de hoy en día integrados en estas construcciones y trazados de calles. Es como si de un cuento se tratara, hasta tal punto que tienen una tienda dedicada casi exclusivamente al tema de la navidad y decorada en su interior con la recreación de un poblado con un árbol de navidad iluminado y gigantesco y, claro, tras la visita muchos salimos de allí con algunos detalles para el árbol o para el belén (aunque todavía era verano).
Acaba la tarde y partimos hacia Wuzburg donde tenemos el alojamiento.
Amanece el viernes y consultamos en el itinerario que nuestro próximo destino es la localidad de Wies-baden (término que significa aguas termales) y capital del estado de Hesse, también muy valorada como balneario por los romanos que explotaron las propiedades curativas de sus aguas. Nos explica Paquita que el edificio más antiguo que podemos visitar es el ayuntamiento viejo de 1610, también contemplamos la fachada del imponente teatro de estilo neobarroco construido por orden del Kaiser Guillermo II, ya que fue en el siglo XIX cuando las familias nobles se asentaron en esta estación balnearia, y en este despegue de la vida social se construyó el balneario y casino a principios del s. XX (donde Richard Wagner y Dostoievski probaban suerte) y con la bonita y bien resuelta columnata que rodea el edificio, que según leemos en una guía, es la más larga de Europa.
Finalizamos la visita y partimos rumbo a Colonia, a orillas del Rin, una de las ciudades más antiguas de Alemania y que en tiempos de los romanos era llamada Colonia Claudia Ara Agrippinensis, ya que fue Agripa, yerno del emperador Augusto, quien fundó la ciudad en el 37 a.C. En Colonia nació Agripina, emperadora romana y madre de Nerón. Por su categoría la ciudad se rodeó de una fuerte muralla, la mayor de la antigüedad al norte de los Alpes, y por eso en la actualidad tienen el museo romano-germano en la misma plaza de la catedral, con importantes monumentos antiguos como bustos de sus fundadores y mosaicos impresionantes; por desgracia el tiempo que teníamos en Colonia era bastante limitado y sólo pudimos adivinar parte de estos tesoros echando un vistazo a través de los amplios cristales orientados a la plaza.
Pero me he adelantado, y qué se puede decir cuando descendemos del autobús y vimos la imponente catedral, patrimonio de la humanidad y el edificio gótico más famoso de Alemania, por su esplendor y complejidad, atendiendo a la fecha de construcción, fuera de lo normal. La primera piedra se colocó en 1248, consagrándose en 1322, sin embargo, se fue construyendo gradualmente hasta 1520, permaneciendo inacabada hasta el s.XIX, cuando se avivó el interés hacia ella y se terminó en 1880 a partir de los diseños góticos originales. Contemplamos su fachada, pero antes de entrar para visitarla, teníamos fijada la hora de comer.
Para la comida, ya que estábamos en Colonia, fuimos a una de las cervecerías más tradicionales de la ciudad donde todavía se elabora la cerveza de forma artesanal, la kölsch, cerveza con denominación de origen, la famosa cervecería Päffgen “la catedral de la kölsch” cuya taberna tiene detalles tradicionales como es el que en la zona de despacho de las bebidas están los toneles con la cerveza y desde allí un tabernero controla el avituallamiento con unos camareros inconfundibles con su delantal azul portando las cervezas en una bandeja llamada corona, en alusión a su forma redonda, y especialmente diseñada para los vasos de la kölsch de tipo tubo pero de sólo 0,20 cl. de forma que no de tiempo a que se caliente durante su consumición; completamos el menú con una de las especialidades de la casa: el típico codillo con choucroute.
No nos demoramos, porque el tiempo corre y queremos hacer la visita de la catedral y, si da tiempo, callejear un poco por el barrio; pero la visita nos lleva la mayor parte del tiempo, no es de extrañar, las dimensiones ya lo dicen todo: longitud 144 m, anchura 45 m, altura de la nave central 43 m, superficie interior 6.166 m. y altura de las torres 157 m, siendo éstas el emblema de la ciudad. Es casi un milagro que esta construcción no se hubiera hundido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, aunque una mina aérea causó un grave daño en la torre norte, destruyendo su vidriera. Justamente durante nuestra estancia se cumplían 15 días desde la inauguración de la reconstrucción de esta vidriera, realizada a través de suscripción popular, por lo que nos explicamos la expectación que despertaba entre sus ciudadanos su contemplación.
Vimos los tesoros de la catedral; el relicario de los 3 Reyes Magos que, según la tradición, alberga sus restos y cuyo sarcófago, el mayor de Occidente, es de origen románico. Está recubierto de oro, con centenares de piedras preciosas, gemas y decoraciones de esmaltes, por desgracia el recinto está cerrado y lo contemplamos desde muy lejos. Otra de las obras de mayor valor es el retablo de los Magos, tríptico del 1400 que representa la Adoración de los tres Reyes Magos sobre un fondo dorado acompañados de los patronos de la ciudad de Colonia, todos ataviados con lujosas vestimentas y joyas de la época. Luego están la sillería gótica y las magníficas vidrieras con una extensión de 10.000 m2, la más antigua del 1300, que fueron confeccionadas a lo largo de varios siglos y reflejan los distintos estilos de cada época, con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento.
Transcurre el tiempo y tenemos que dar por terminada nuestra visita a Colonia, no sin antes provisionarnos de recuerdos y algunas compras como su famosa agua de Colonia, cuyo nombre comercial 47/11 es el número que se le asignó al fabricante cuando se le autorizó su comercialización en época de Napoleón.
Termina el día, pero antes tenemos que llegar a Bonn, antigua capital de Alemania Occidental.
Aquí nos centramos en la parte más antigua del casco urbano, en tramos de calles peatonales llenos de comercios y con mucho movimiento de gente; nos dirigimos casi todos a ver la casa natal de Beethoven, aunque nos tenemos que conformar con hacer fotos delante de la facha de la misma (no pudimos visitarla porque a esas horas ya estaba cerrada). Paseamos por la plaza del Mercado, con mezcla de arquitectura moderna y barroca donde destaca el Ayuntamiento, de la época del barroco; nos guiamos a continuación por la aguja de la catedral y vamos a parar a una plaza donde nos hacemos una foto de recuerdo delante de una estatua de Beethoven.
Termina el día y nos desplazamos en autobús al hotel para alojarnos y cenar.
Casi ya al final del recorrido, empieza uno de los días más relajados de nuestro itinerario, tras el breve desplazamiento a la localidad de Koblenza. Descendemos en uno de los embarcaderos del Rin y mientras hacemos tiempo para tomar uno de los barcos paseamos por el Rincón Alemán, que es el espolón donde desemboca el río Mosela en el Rin, allí se eleva una enorme estatua ecuestre del emperador Guillermo I, y a pesar de ser el comienzo de la mañana, ya tenía animación de visitantes y hasta fuimos espectadores de cómo estaban rodando unas escenas para una película.
Tomamos en seguida el barco y nos apresuramos casi todos a coger sitio en los asientos de proa; el día era magnífico y queríamos tener la mejor vista de la zona más famosa del Rin con sus pueblos, castillos y grandes extensiones de viñedos, por lo que compramos plazos con el trazado del río y así podemos identificar pueblos como Stolzenfels, cuyas casas alineadas contra la montaña y alineadas al curso del río están bajo el amparo del complejo del castillo con sus murallas y torres en restauraciones todavía en marcha. Mientras ascendemos el río en medio de una calma y relajación total nos vamos cruzando con barcazas muy largas y poco calado que transportan pilas de contenedores de mercancías en dirección a poblaciones como Bonn, Colonia, Dusseldorf, etc.
Empiezan entonces las zonas de cultivo intensivo de viñedos, con esas preciosas tonalidades que tiene la vegetación en otoño, y adivinamos entre las plantaciones a gente afanada ya en su vendimia. Otros castillos y fortalezas como Pfalzgrafenstein, a ras del agua, imponen su presencia en medio del Rin, con las pequeñas casas de la localidad a su espalda. No nos cansamos de ver estas estampas a imagen de las que recordamos en los típicos cuentos de príncipes y castillos.
Doble placer fue haber comido en el mismo barco mientras nos deslizábamos placenteramente; por sugerencia de Paquita probamos como bebida uno de los vinos de la zona, blancos en general, y al comentarle al camarero que el vino nos parecía rico, el nos contesta en español “rico Rioja”, cosa que compartimos.
Pero después del café y sobremesa llegamos a Mainz donde descendemos y nos esperaba Cristóbal en el autobús para seguir ruta hacia Frankfurt del río Main, llamada así para no confundirla con otra población del norte de Alemania llamada también Frankfurt. La traducción del nombre es “vado de los francos del Main” y según nos cuenta la guía tiene su origen en una leyenda entrañable, ya que según ésta el emperador Carlomagno, huyendo de sus adversarios, llegó hasta la orilla del río Main quedando atrapado sin poder huir, pero en ese momento se abrió la niebla de la zona y vio a dos ciervos vadear el río y siguieron su rastro, volviéndose a cerrar la niebla y salvándose, ya que sus enemigos no fueron capaces de adivinar el paso.
Ya entrando en la población, vemos mucha animación en las calles, y es que esos días se celebraba la famosa feria anual del automóvil, pero ya empieza a llamar la atención los rascacielos, todos concentrados en el mismo barrio y centro financiero; allí tienen sede muchos grandes bancos, compañías aseguradores e influyentes periódicos. Esta importancia de la ciudad le viene de décadas atrás cuando al finalizar la Segunda Guerra Mundial estuvo a punto de convertirse en la capital de la Alemania Occidental, pero en el momento de las votaciones uno de los políticos inclinó la balanza a favor de Bonn por la proximidad a su casa, cosas de política; aún así Frankfurt siguió trabajando para ser hoy en día uno de los principales referentes en cultura y economía de Alemania y Europa.
Nos dirigimos a visitar la fachada del monumental Teatro de la Opera situado en una plaza rodeados de edificios importantes como la Bolsa; el edificio original del teatro fue arrasado en la guerra y fue reconstruido bajo un airoso estilo neorrenacentista italiano. Pasamos también por un edificio de viviendas de estilo funcional y carente de toda ornamentación pero donde reside todo su valor es en la placa adosada a su portal y donde nos indican que allí residió Schindler, el alemán que durante la guerra ayudó a centenares de judíos a huir de la persecución nazi.
Llegamos a uno de los símbolos de Frankfurt, el centro de la ciudad antigua y donde una plaza cuyo centro es la fuente de la justicia, está rodeada de un complejo de casas de piedra y entramados de madera de los siglos XV al XVIII; pero no hay que dejarse llevar por las apariencias, estas construcciones no tienen más de 60 años; este emplazamiento fue totalmente arrasado por los bombardeos de la guerra hasta sus cimientos, pero fue reconstruido fielmente tal como fue a su imagen y semejanza.
Disponemos de tiempo libre y acudimos a visitar el puente donde se obtiene la instantánea representativa de Frankfurt: su parte antigua, la riberas del río Main como si de jardines se tratara y el skyline de la ciudad al fondo; preciosa la vista con la que nos agobiamos (hay tantos ángulo y tantos objetivos que no sabes por dónde empezar ).
Teníamos tiempo libre antes de abandonar la ciudad y fuimos tan afortunados de coincidir con una fiesta de la cerveza al aire libre, con sus carpas adornadas y puestos de cerveza y comidas típicas de la zona, rodeando una gran extensión de mesas alargadas totalmente ocupadas de visitantes con sus jarras y consumiciones; nos llama la atención una señora muy guapetona vestida con el traje regional y no podemos evitar pedirle que se haga una foto con nosotros, a lo que accede muy gustosa, mientras nos tomamos nuestra cerveza, muy rica por cierto.
Fin de la tarde y prácticamente del viaje, no nos podemos quejar, y tomamos el bus para dirigirnos al hotel fuera ya de Frankfurt.
Todo llega a su fin y el día que regresábamos a casa no teníamos que madrugar, por lo que disponíamos de una mañana en la que unos descansaban tranquilamente en el hotel, otros van en tren a visitar un poco la feria de Frankfurt y otros agotamos el tiempo paseando y conociendo un poco la población de Darmstadt, que es donde estamos alojados.
A las doce ya abandonamos el hotel y tomamos avión en el gigantesco aeropuerto de Frankfurt con destino a Madrid y una vez allí, trasbordo a Asturias, llegando ya de noche y lloviendo, después de haber disfrutado en toda la semana de un sol radiante. Hasta los propios alemanes estaban sorprendidos del tiempo que habíamos estado disfrutando.
Llegó el momento del balance, de disfrutar de las fotografías y recuerdos y de agradecer a los coordinadores del viaje su dedicación y paciencia por haber organizado un viaje que puedo decir disfruté con todos los sentidos. Gracias.